“El lenguaje se constituye en un mapa del mundo, vale decir, de la realidad. Por lo tanto, los límites del lenguaje serán los límites del mundo. Y si ocurre que el lenguaje natural tiende en ocasiones a rebasar dichos límites, ello se debe a que es imperfecto”
(Wittgenstein)
Las palabras son el puente más efectivo entre nosotros y la realidad. Pero, ¿qué pasa cuando aparece algo nuevo? ¿Algo que sale de nuestra cotidianidad? ¿Cuándo no es el lenguaje el que rebasa los límites del mundo, sino, por el contrario, es la realidad la que presenta cosas y hechos que se salen de nuestro lenguaje diario y nuestras explicaciones?
Que algo sea inexpresable, es decir, que esté fuera del mundo en términos de Wittgenstein, no implica que no exista. Sin embargo, esas cosas sólo toman forma concreta y se vuelven, o puede llegar a volverse, habitual, a través de su puesta en palabras.
Y es eso lo complicado, es ahí cuando nos vemos forzados a generar conceptos y categorías que antes no teniamos, cuando comenzamos a apilar palabras, armando estructuras como si fuesemos arquitectos de la retórica: tenemos la constante necesidar de darle explicacion y, por consecuencia, sentido a todo, sin importar qué, cómo o cuando.